martes, 5 de marzo de 2013

Lo que no se quiere admitir

Ya no hay nadie que no piense que ‘las cosas están fatal’. También casi todo el mundo (aquí no hay mayoría) tiene claro que ‘esto va a ser largo’. En lo que aún hay minoría es en el número de ciudadanas/os que piensan que hay muchas cosas, muchísimas, que no van a volver.
Una de esas cosas es la demanda de trabajo; otra es el nivel de protección social que se ha tenido; otra más el papel decisorio que el-hombre-de-la-calle ha desempeñado; y otra la enorme oferta de bienes y servicios fabricados y elaborados por una galaxia de empresas entre los que se podía elegir. Son sólo meros ejemplos y, evidentemente, la lista no se halla completa.
Por diversas razones y todas consustanciales al modelo que estábamos utilizando, el objetivo ha sido ocupar a la mayor cantidad de personas posibles haciendo cosas que pudieran venderse a fin de que ingresaran unos salarios que les permitiesen acceder a unas capacidades de endeudamiento con las que pudieran consumir de todo, a la vez que pagaban unos impuestos con los que financiar la atención pública que recibían en forma de salud, educación, pensiones y cosas así; y con ello posibilitar que tuviesen beneficios quienes les ocupaban al vender todas las cosas que aquellos hacían a todas las personas físicas y jurídicas, nacionales o extranjeras que las adquiriesen, beneficios sobre los que pagaban impuestos (tras restar las deducciones); y que eran financiados por unas entidades que hacían de bombas distribuyendo los fondos que posibilitaban el proceso (por lo que cobraban y también pagaban impuestos). Era un modo de hacer que se realimentaba a sí mismo de forma creciente y que permitió que el mundo fuese bien como jamás había ido.
Todo eso acabó, al menos se acabó como lo conocíamos por muchas razones, pero, fundamentalmente, porque ha dejado de ser necesario que las cosas sigan siendo así. Es más complejo, pero es algo parecido (lo es porque fue el inicio) a cuando en los 80s dejó de ser imprescindible el pleno empleo del factor trabajo al revés de lo que había sido en los 60s.
Las cosas que hemos conocido han acabado: se están acabando, porque ahora todo (cada vez más cosas) puede hacerse de otras maneras que posibilitan utilizar menos recursos, lo que supone gastar menos y mirar muchísimo más en qué se van a emplear esos recursos; es decir, no sólo se busca recurrir a procesos productivos más rápidos y eficientes que utilicen cada vez menos acero para fabricar un firulillo, sino que la pregunta previa será -ya está siendo-, ¿son necesarios los firulillos?.
Eso cambia todo el panorama, absolutamente todo, desde lo financiero a lo productivo, y tiene implicaciones en el ámbito social, cultural e incluso político. ¿En qué se manifiesta a nivel de la calle?, pues en que ‘sobran cosas’. Sobra población activa: ¿para qué crecer y ocupar a personas que van a fabricar bienes que no se van a poder vender porque no hay capacidad de endeudamiento para consumir? (suponiendo que quienes fabriquen tengan financiación, claro). Sobran instalaciones públicas: ¿para qué mantener abiertas unas instalaciones deportivas, sanitarias, educativas, si no se pueden financiar porque la recaudación fiscal está cayendo?. …
Lo más evidente sucede en y con el desempleo porque afecta a las personas, a la ciudadanía. En España las entidades financieras, por ejemplo, crearon un modelo bancario de proximidad: muchísimas oficinas con relativamente poco personal para aproximar la entidad al usuario. Cuando tocó vender créditos, el modelo funcionó muy bien porque, además de vender eso, conseguían clientes; pero ahora las cosas ya no funcionan así; a los bancos en España les sobran oficinas a mansalva y personal a tope. ‘Sobran’, ‘les sobran’.
Es la idea de excedente, de reducción, de ir a menos a fin de hallar una dimensión óptima, conveniente, idónea. Y esto va a dejar al margen bastantes cosas. Locales comerciales y oficinas, por ejemplo; pero no sólo.
Bien, pues eso es lo que aún, todavía, no se quiere admitir. (Si, en parte es porque no se puede).
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

No hay comentarios :

Publicar un comentario

m