martes, 28 de octubre de 2014

La nueva mediocridad. Subvenciones. Heat. Estanterías.

La nueva mediocridad. Subvenciones. Heat. Estanterías.
Estamos llegando al final (para poder empezar, claro): esa ‘nueva mediocridad’ de la que habla Mme. Lagarde, ese crecimiento insuficiente …, es que, pienso, va a ser lo habitual en el nuevo modelo: la Nueva Normalidad.


Se continúa pensando en el 2006 cuando el mundo iba bien, cuando la posibilidad de endeudamiento crecía como la espuma, cuando en España se construían 750.000 viviendas, cuando parecía que el límite estaba en el Cielo. Y no: no se está creciendo lo suficiente para volver a aquello … porque no es posible del mismo modo que en los 60 no era posible volver a los años 20 aunque alguien los añorase (había quienes los añoraban, se lo aseguro).
Mme. Lagarde sabe todo esto, pero la directora gerente del FMI debe transmitir, de momento, otro mensaje: el de que el crecimiento no es suficiente. Ella sabe del exceso de capacidad ya inutilizable, de los excedentes de factores productivos existentes, que zonas tienen posibilidades y que áreas no las tienen: el crecimiento potencial: un concepto propio del modelo que ya se ha ido.
¿El crecimiento de mañana?. Parco en comparación con el 2006, aunque estable. Insuficiente para que todos tengamos un Ferrari, pero basado en la eficiencia y en un cuasi nulo desperdicio. Hace falta regulación, y concienciación, y autorresponsabilidad. ‘Pero, ¿viviremos peor?’ ‘Si el referente es el 2006, evidentemente sí’. Lo peor: quienes no serán ya necesarios para el funcionamiento del modelo.

(Publicado 03.10.2014)

Lo hemos comentado en otras ocasiones: no se puede crear demanda de trabajo por ley, desde luego no de puede crear una ocupación sólida y de carácter permanente que incremente la población activa existente.
Las reducciones de cuotas a quienes contrate, las bonificaciones: ‘ayudas a la contratación’: un absurdo, pienso, y un subterfugio: se da dinero a una empresa para que contrate a alguien, para que aumente su plantilla, y esa ayuda se paga con dinero público; es decir, se da dinero de todos durante un tiempo a empresas privadas para que contraten trabajadoras/es. Un plan PIVE para el trabajo.
Primera consideración: quienes se benefician de esas ayudas, ¿necesitan a quienes contratan?. Segunda: ¿les necesitarán cuando las ayudas concluyen?. Tercera: ¿se trata toda esa contratación de plantilla nueva o se están sustituyendo elementos de esta?
Pienso que estas ayudas a la contratación tienen una componente puramente estadística: puede que la tasa de desempleo disminuya en alguna décima, pero será temporal, y saldrá caro: si se emplea dinero en eso dejará de tenerse para otra cosa.

(Publicado 04.10.2014)

Ayer volví a ver el film “Heat” (Michael Mann, 1995). En ese año, en USA, aún no se había superado totalmente la recesión del  91.
En una escena del film, el personaje interpretado por Robert De Niro entabla conversación con una chica sentada a su lado en una barra de un restaurante de un centro comercial. Ahora viene lo impactante: la chica trabaja en la librería pero ha estudiado en Parsons una prestigiosa escuela privada de arte y diseño de The New School for Design de Nueva York. Trabaja en la librería realizando algún encargo esporádico relacionado con sus estudios esperando que llegue su momento
Lo descrito es un caso típico de subempleo, algo que ahora es habitual
(Publicado 05.10.2014)

La cosa, pienso es un mix de dos elementos. Por un lado, un enorme exceso de capacidad productiva; por otro una menguante capacidad de consumo.
A lo primero se ha llegado por la política de crecimiento en volumen de las pasadas décadas abonada por un exceso de liquidez (bits) de facilísima obtención por quienes necesitasen esos bits y que posibilitaron la financiación de cualquier proyecto que supusiera crecer.
A lo segundo se ha llegado por el progresivo empeoramiento de los estándares de vida de la población puestos de manifiesto por el creciente desempleo, el subempleo rampante, las reducciones de salarios y rentas, la creciente dificultad de acceso a ayudas y subsidios y la práctica desaparición de la capacidad de endeudamiento como posibilidad de compensación de unas rentas que apuntan inexorablemente a la baja.
Y en medio de todo eso, o por encima de eso, unas corporaciones que distribuyen ese exceso productivo entre esos consumidores con rentas menguantes.
En el fondo todo depende de una solo parámetro: la capacidad de pago de quienes consumen. Un bien o un servicio puede tener una calidad excelente, pero si una renta no puede pagarlo no lo consumirá. A la vez, un bien o un servicio pueden ser lanzados a un precio atractivo, pero si no rinde los beneficios esperados será retirado … a no ser que aumentado la productividad de su fabricación y logística tales márgenes crezcan. En esto las corporaciones de la distribución desempeñan un papel esencial.
Porque, ese bien de marca blanca, ¿qué margen neto deja al fabricante?, ¿y a la gran superficie que lo ofrece al consumidor?. Y, ¿puede la capacidad de pago del consumidor al que en teoría está dirigido adquirir ese bien?.
Cierto: las corporaciones de la distribución continuarán teniendo ventaja ya que pueden fijar los precios a los que compran a los fabricantes (sean para sus marcas blancas o no), pero eso sólo será mientras continúe existiendo exceso de capacidad productiva. Y sin olvidar que nunca podrán fijar un precio final (de un bien de marca blanca o no) superior al que el consumidor destino pueda pagar.
Lo que sucede es que hemos llegado a un lugar en el que el equilibrio tradicional entre oferta y demanda no se determina conjuntamente entre ambas, sino que se llega a él por lo que determina la demanda, bien la demanda de la corporación de distribución (y en los bienes industriales también está sucediendo: piensen en un electrodoméstico o en un automóvil), bien la demanda del consumidor final (y no sólo tratándose de un bien de consumo no duradero: el precio del asfaltado de una calle, por ejemplo, depende, en el fondo, del que puede pagar el ayuntamiento que saca a concurso la pavimentación de dicha calle).
Esta situación es nueva porque aboca a los fabricantes originarios, intermedios o finales, así como a los distribuidores a no sobrepasar el precio que el consumidor final puede para o esté dispuesto a pagar; y sí, con los actuales modelos de big data es mucho más sencillo determinar tales precios y vincularlos con diversas variables, pero sin olvidar jamás que la teoría acaba cuando el consumidor debe poner su dinero encima del mostrador. Puede que por ello sea crecientes el número de voces que pregona que los salarios ya no pueden bajar más en España. (Ya: la pregunta: ¿y cómo va mantener su maravillosa competitividad España?. Pero esa es otra historia).

(Publicado 05.10.2014)
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

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