viernes, 19 de diciembre de 2014

Transporte no-individual

Tener un automóvil privado, particular, personal, no es que hoy sea un despilfarro: SIEMPRE lo ha sido, lo que sucede es que entonces nos movíamos en otro escenario y con otro modelo en el que hiperconsumir era beautiful.

Recuerden como fueron los tiros: desde que a en la década de los años 10 Henry Ford lanzó su modelo T, pasando por el Canciller del Reich, Adolf Hitler, y siguiendo por todos los primeros ministros y jefes de estado de las democracias de la última mitad del siglo, el objetivo era que cada ciudadana/o tuviese un automóvil. (Pero si hasta la URSS tuvo su automóvil famoso: ¿recuerdan el Lada?, y la RDA el suyo hoy convertido en icono: el Trabant, y los míticos Skoda fabricados en Checoslovaquia en los 60).

El automóvil era progreso porque generaba un PIB enorme, tanto directa como vinculada e indirectamente. Y, por consiguiente con aquel modelo entonces vigente se creaba empleo, muchísimo, lo que daba lugar a crecientes niveles de consumo y de recaudación fiscal; y como las cosas iban bien las familias tenían una descendencia que garantizaba la continuidad del proceso. Por eso los fabricantes de automóviles eran, y aún lo son, ‘generadores de PIB’, y por eso tienen línea directa con los Gobiernos, con todos, independientemente de su nacionalidad y color político.

Las personas con edad suficiente DEBÍAN tener un automóvil, con la mayor cantidad de extras posibles; lo que hiciesen después con él no le importaba a nadie ni un pepino, como si le pegaban fuego (sin estafar a la compañía de seguros, claro). Daba igual si lo usaba mucho o poco (mejor si era mucho porque así consumiría más de todo); daba igual si el automóvil era utilizado a plena capacidad o no (mejor si no lo era porque así podrían venderse más); ¿el precio de adquisición era elevado?, se concedían financiaciones y se bajaba el precio: desde los 80 el verdadero negocio estaba en los recambios. Y sobre todo había que lanzar muchos modelos, muchos, y con muchas variantes: eso lo inventaron los constructores japoneses: unos genios.
Esa sistemática: compra para tener en propiedad está muerto. (Ya lo he hecho: lo vuelvo a hacer: sugiero lean ‘La Era del Acceso’ de Jeremy Rifkin. Habla de esto, y fue publicado en el 2000). Y está muerto por a) los recursos son escasos, por lo que hay que utilizarlos eficientemente, b) las rentas de la mayoría van a crecer muy poco en el futuro y capacidad de endeudamiento va a tenerla muy poca gente, c) las necesidades de desplazamiento necesario se están derrumbando, y va a más: ¿han visto las últimas aplicaciones de comunicación múltiple on line?: de infarto, y d) muchas menos personas van a tener necesidad de desplazarse: el desempleo estructural y el subempleo se están disparando. Rifkin no fue tan lejos, pero es que ‘La Era …’ fue escrito durante el viejo modelo, y eso influye.

Bien. El hecho es que para la inmensa mayoría de personas ya no es necesaria la propiedad de un automóvil; ser dueños de un coche, vamos. Por un lado, porque el transporte colectivo (‘colectivo’, aunque no necesariamente ‘público´) es muchísimo más eficiente: colectivo: un autobús, el metro, ya, pero también un taxi o un vehículo privado compartido de mil y una manera. (Aprovecho: en Paris hay taxis-moto desde hace décadas, ¿por qué aquí no?). Por otro, porque si alguien precisa un automóvil porque no puede o no quiere (de momento contemplamos la opción) utilizar el transporte colectivo, tiene que poder acceder al uso de un automóvil, pero no hace ninguna falta que sea propietario de uno.

Y luego está todo lo otro que ya hemos comentado: el transporte colectivo genera ocupación, rebaja precios, diluye costes, eficientiza su uso, y encima reduce la contaminación. Ya, me dirán que va a haber un exceso de capacidad de fabricación de automóviles … ¡Pero es que ya lo hay!: el 20% a nivel mundial.
Claro: ¿y el placer de conducir en Cerdeña un Ferrari California con el cabello al viento entre Liscia di Vacca y Mucchi Bianchi?. No hay problema: quienes ahora eso hacen podrán continuar haciéndolo.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

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