miércoles, 4 de marzo de 2015

La desigualdad

Empecemos por el final: la creciente desigualdad en la distribución de la renta y la riqueza ES una consecuencia. Es consecuencia de un sinfín de razones que se resumen en una sola causa: cada vez es menos necesario que no haya desigualdad.
Sigamos en el final. Hace un par de días estaba hablando con un directivo de una gran compañía. Me decía: ‘Bueno, las empresas vuelven a dar beneficios’ (en la que él desempeña sus funciones da beneficios); a lo que yo le respondí ‘Pero bastantes de esos beneficios son ingeniería contable-financiera; y a la par que eso sucede más del 27% de la población española se halla en riesgo de pobreza’. Esbozando una sonrisa me miró y dijo: ‘¿Y a quién le importa la población que está en riesgo de pobreza?’.
Evidentemente la precrisis que empezó en el 2007 y que a partir del 2010 se ha convertido en una crisis desbordante ha contribuido a que se dispare la pobreza y la población en riesgo de pobreza y de ahí que crezca la desigualdad, pero, por favor, no nos equivoquemos: la crisis ha sido la manifestación del agotamiento del modo como el Sistema Capitalista estuvo funcionando desde los años 50, un modelo que precisamente hizo lo posible por reducir la pobreza y la desigualdad.
En otras palabras, al agotarse el modelo que hemos estado utilizando en los últimos casi 60 años se agotaron los instrumentos que habían sido implementados para reducir la pobreza y la desigualdad, características ambas que son consustanciales al Sistema Capitalista, unos instrumentos que pueden ser resumidos en dos grandes grupos: las medidas fiscales redistributivas y el proporcionar un empleo a la mayor cantidad posible de personas.
Es decir, con la crisis el Sistema Capitalista está adoptando la forma y la postura que le son propias, adaptadas al momento, claro: que cada cual, en el marco legal existente, se apañe como sepa y que llegue donde pueda. (Un marco legal que es influido por el poder económico a través de los lobbies).
¿Por qué el Capitalismo ha retornado a posiciones típicas de los años 20?, pues porque ya no precisa redistribuir y necesita cada vez menos ocupar a personas para realizar tareas. Lo primero porque tras años de bienestar la capacidad reivindicativa de la población se ha hundido y porque la capacidad represiva de las fuerzas del orden se ha sofisticado enormemente; lo segundo porque la tecnología ha convertido y está convirtiendo aceleradamente en innecesaria a una creciente proporción de la población activa lo que lleva al abaratamiento progresivo del precio del trabajo no superesencial.
El desempleo estructural aumenta; las condiciones de trabajo se degradan –horas trabajadas no remuneradas, salarios por hora decrecientes, tendencia hacia la generalización del contrato por obra y servicio, alimentación y alojamiento a cambio de trabajo–; los ingresos públicos de unos Estados en declive cada vez alcanzan menos para atender las necesidades crecientes de las crecientes zonas empobrecidas de la población; por lo que la pobreza aumenta.
Pero a la vez cobra pujanza la característica básica del Sistema Capitalista: la tendencia hacia la concentración; lo que en los 75 primeros años del Sistema adoptó la figura de ‘acumulación’. Si cada cual ha de apañarse como sepa y cada cual ha de llegar adonde pueda, los más hábiles, listos, despiertos, arriesgados, duros y combativos llegarán más lejos imponiéndose a quienes lo sean menos y, por tanto, concentrando producción, recursos, renta y riqueza. Entre 1950 y 1980 esa característica fue frenada, en parte por el Estado, en parte por el propio Capitalismo: la población tenía que estar contenta y sentirse segura a fin de que produjese, consumiese, se reprodujese y pagase impuestos, y había que adoptar un perfil bajo a fin de no despertar tendencias opositoras a la ostentación; pero hoy nada de eso es preciso, por lo que la tendencia a la concentración explota.
En ese escenario, el Estado ya no es necesario a no ser que sea para apoyar y canalizar operaciones destinadas a mejorar tal tendencia hacia la concentración, caso de los rescates a la banca y a otras compañías sistémicas y las compras de deuda por parte de los bancos centrales con el argumento –cierto– de que las quiebras de esas entidades tendría efectos de hecatombe, aunque sin mencionar que sin esos rescates, sin esas ayudas, el poder económico se resquebrajaría (y todo el entramado económico colapsaría).
Y ahora, ¿qué?. La teoría oficial, la vigente en todo el planeta, pero más en países como España dice que si se vuelve a crecer con fuerza el desempleo caerá, por lo que la renta aumentará, lo que hará descender la pobreza y, por tanto, la desigualdad se reducirá. Veamos este gráfico referido a España.

Fuente: El País Domingo 01.03.2015

España tiene hoy la mayor tasa de desempleo en época de paz (ya, lo de siempre: hay gente que trabaja en negro, vale, y la hay que está subempleada involuntariamente; se estima que más o menos el número de unos u otros es el mismo). En algún momento entre el 2009 y el 2010 España alcanzó una tasa de paro equivalente a la de mediados de 1993. En el instante en que eso sucedía, el Índice Gini español, el parámetro que mide la desigualdad en la distribución de ingresos, era un valor que volvió a alcanzarse … entre mediados del 2009 y el 2010. Y recordemos que la tasa de actividad en España es bastante baja, lo que implica que si fuese mayor el desempleo sería superior.
España ha recorrido un camino de ida y vuelta en que tuvo un período de mejora entre el 2003 y el 2007 cuando el Índice Gini alcanzó su valor menor: 30,6 (Dinamarca 26,9) con una tasa de desempleo del 8,3% (Austria, hoy, 4,8%). Pero esa mejora tuvo un precio que ahora se está pagando: un endeudamiento de las familias de 800 mM€ que ahora deben a quienes se los prestaron, y una sombra de la que ningún político habló: desde el 2003 la tasa de riesgo de pobreza nunca ha descendido en España por debajo del 23%, en el 2007 fue la menor: el 23,3%; hoy es del 27,7%.

La desigualdad. Hoy nos sorprende, pero hasta la década de los 50 y después de la de los 70 era la norma. De hecho, y por lo que decíamos ayer, ahora se está volviendo a una situación normal. Veamos.
Empecemos esta historia en 1810, incluso antes de que comenzase la Revolución Industrial propiamente dicha y con Europa sumida en las Guerras Napoleónicas, lo que refuerza las tendencias. (Fuente: Technical appendix of the book “Capital in the 21st century”, Thomas Piketty, Harvard University Press, March 2014)
El gráfico que viene a continuación recoge, entre 1810 y el 2010, en USA y en Europa, la riqueza acumulada por el 10% y por el 1% más rico de la población.


Lo primero que salta a la vista es que las sendas de Europa y de USA son muy diferentes, tanto en lo referente al 10% como al 1% más rico.
La concentración de la riqueza crece, tanto en USA como en Europa hasta 1910, a partir de ahí declina hasta los años 70, y a partir de ahí vuelve a crecer. Cierto: con distintos comportamientos por rangos y por lugares.
La década de 1870 supone un punto de inflexión ya que a partir de ese momento la riqueza se concentra más, sobre todo en 1% más rico de la población USA. Ello es debido a dos circunstancias. Por un lado, en dicho año puede ya darse por totalmente finiquitada la fase de acumulación originaria de capital; por otro, la Segunda Revolución Industrial ya estaba llamando a la puerta y unas mayores dosis de capital eran precisas para afrontarlas, mayores dosis que se hallaban concentradas en menos manos.
La caída en la concentración de la riqueza a partir de la década de 1910 es muy acusada en Europa entre el 10% más rico, pasando del 62% al 18%, y bastante acusada entre el 1% superior: del 90% al 55%. En USA la caída es muchísimo menor: 17 puntos en el 1% más rico y 15 en el 10% superior.
Las caídas en la concentración de la riqueza acaecidas desde 1910s y sobre todo desde el fin de la II GM fueron debidas, básicamente, a la introducción de políticas fiscales bastante o muy progresivas con el objetivo de que aumentase la recaudación y así poder financiar el modelo de protección social. Esa es la razón de que la caída fuese mayor en Europa que en USA al haber sido en dichos años el modelo de protección social mucho más extenso en Europa que en USA; y es esa también la razón de que a partir de los 70 la concentración vuelva a aumentar al haberse producido una caída del peso de la imposición directa y ser sustituida por la indirecta.
Realizando comparaciones, hoy, en USA, la concentración de la riqueza entre el 1% más rico es equivalente a la existente en la década de los años 30 y en la de 1880. De hecho la concentración de la riqueza en USA en esa franja de población es en el 2010, mayor que la existente entre 1810 y 1860. Entre el 10% más rico, la concentración de la riqueza es también hoy semejante a la que se daba en la década de 1880
En Europa, en cambio, y a pesar de que en las últimas décadas la concentración de la riqueza ha crecido se halla muy lejos de las cotas USA. Así, ni entre el 1% ni entre el 10% más rico de la población se han alcanzado hoy ni remotamente las tasas de concentración pasadas. Entre ambos 1% y 10% se estaría a niveles de mediados de los 60.
Respecto a la desigualdad ya conocen lo que pienso: conceptualmente es escasamente importante que unos cuantos supermillonarios posean patrimonios y rentas descomunales, lo preocupante es que cada vez mayores tasas de población estén padeciendo falta de ingresos y carencias sociales. En USA donde la desigualdad es enorme, las fortunas de los megarricos que conocemos conviven con una masa formada por el 10% de las familias que sufren hambre física y el 17% de la población es pobre; esos son problemas. Claro, que habría que analizar si es preciso que el 10% de las familias pasen hambre y que el 17% de la población sea pobre para que existan esas megafortunas.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

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