jueves, 17 de septiembre de 2015

Conciliación, de nuevo. (Niño Becerra)

No es la primera vez que hablamos de este tema: la conciliación de la vida profesional y familiar, ni, pienso, será la última. Hoy voy a abordar el tema porque he detectado que desde hace unos meses, y utilizando el ‘horario laboral’ como punta de lanza, ha vuelto a la actualidad. Empecemos por lo segundo.
Sin paliativos: tomarse un café a las 07:00 h, comer tres platos a las 14:30 h y cenar media vaca con guarnición a las 22:00 h, no es que no sea productivo o que sea insano, es que es absurdo, pero eso poco tiene que ver con lo primero. 

La filosofía que subyace en la conciliación se halla muy vinculada a un horario fijo y determinado que pasa por ser muy productivos durante el tiempo de trabajo, acabar la jornada a una hora temprana, y hasta el próximo día. Y se pone como ejemplo a países como UK y Holanda en los que eso sucede y les va muy bien porque los padres se ocupan de sus hijos ya que disponen de tiempo para ello. Les aseguro que las cosas no son tan simples.
Que la productividad en España por hora efectivamente trabajada es baja es un hecho: 32 € en España, 45 € en Suecia. Pero la productividad no es una consecuencia del horario, sino del valor generado en las unidades productivas, del nivel de equipamiento tecnológico, de que la organización sea la conveniente en cada momento, y de que el personal se halle motivado. Si eso se cumple, y fruto de esa organización, el horario será el adecuado y, en numerosos casos, podrá ser de 08:00 h a 17:00 h. Pero reparen en que el horario es el resultado de, no la causa de nada.
Luego viene la segunda parte. Se de directivas/os británicas/os y holandesas/es (más ‘os’ que ‘as’: a la mujer aún le faltan muchas oportunidades: en unos sitios más que en otros) que salen de su despacho a las 17:00 h, incluso antes; que se van a su casa y cenan con su familia a las 19:30 h tras jugar un rato con sus hijos o atenderles en sus tareas escolares o comentando como les ha ido el día … para luego estar dos horas o más hablando por Skype con delegaciones en Asia o América, y luego empalmar otras dos horas preparando un informe que al día siguiente ha de estar encima de una mesa en un piso muy elevado de un edificio muy alto. Y eso cuando están en su país, porque suele suceder que tengan que salir disparados a la otra punta del mundo durante una semana para enderezar algo que se ha torcido.
Claro, claro dirán algunas/os de Uds. que esos son ejemplos que corresponden a la élite directiva, pero no: pasa a todos los niveles. ‘Hoy es Mates y esto tiene que estar para el Jueves’ me comentó hace unas semanas el hijo de unos amigos: se lo había dicho su jefe: está en USA trabajando de junior en una empresa. No le pagan mal. Tiene pareja que también trabaja. ‘Esto’ estuvo el Jueves, pero ese chico tuvo que estar trabajando diecinueve horas seguidas para acabarlo.
Holanda se pone como ejemplo de flexibilidad, de empleo a tiempo parcial voluntario: casi el 40% de la población ocupada lo está, voluntariamente, a tiempo parcial; a menudo los dos miembros de una pareja; así pueden conciliar de maravilla. Lo que no se suele contar son los ingresos medios de esa pareja y compararlos con los ingresos medios de una pareja española, ni mencionar el nivel de desempleo holandés y el español. En Holanda alguien puede renunciar a un porcentaje de su salario para llevar a cabo un proyecto personal que le interese porque los ingresos que le quedan tras aplicar la renuncia le compensan; ¿en cuántos casos se da tal circunstancia en España? ¿Será por eso que la ocupación a tiempo parcial en España ronda el 15% y en más del 12% es forzosa?.
Una compañía con ojos y cara lo que quiere es que un trabajo se haga bien cuando hay que hacerlo. Las tareas que han de realizarse en una planta han de hacerse en la planta: no se puede colar acero o ensamblar el tablier de un automóvil en el jardín de casa o en un bar de la playa; pero las otras tareas, a la mayoría de las empresas debe importarles un rábano donde se hagan, y si les importa es que en esa compañía sucede algo. Pero lo del horario ya les digo que no: la época de ‘De ocho a cinco con una hora para comer’ se han acabado, aquí y en todas partes. General Electric ha dado el paso con esas ‘vacaciones ilimitadas’ cuyo concepto tan mal se ha interpretado.
Pero como nada sucede porque sí, uno se pregunta porqué este repentino interés por la conciliación y por los horarios en España, una economía con una productividad muy baja y, en general, con organizaciones productivas muy mejorables. Y de tal pegunta surge otra: ¿sería factible redefinir la jornada de trabajo de forma que pasase a ser de 35 horas semanales concentrando tales horas en siete de Lunes a Viernes prioritariamente por la mañana?. Aquellas empresas que pudieran adaptarse podrían reducir sus salarios más de lo que ya los han reducido con la crisis y disminuir costes fijos al concentrar la producción en unas horas determinadas; y si hiciesen falta más horas: ‘una necesaria y voluntaria prolongación de jornada’ (no remunerada, evidentemente, porque es ‘por la empresa’).
De entrada podrían ocuparse a más personas, con lo que ‘el paro bajaría’: medalla para los políticos de turno en el Gobierno, claro que lo harían los salarios, pero la lacra siempre ha sido el paro, nunca el poder adquisitivo. Además los empleos a tiempo parcial podrían ajustarse a esas siete horas, por lo que el reparto del tiempo de trabajo aumentaría la ocupación: más medallas. Y como la jornada se reduciría también podría hacerlo el salario mínimo. Como España tiene la estructura de PIB que tiene y la organización no creo que cambiase de forma ostensible, la productividad no sólo no aumentaría, sino que empeoraría porque estarían ocupadas más personas produciendo una cantidad de valor semejante; pero la baja productividad española tampoco ha sido nunca jamás una lacra.
Pero sí, seguro que la población podría conciliar mucho más, y cuanto más concentradas estén las menos horas que cada persona trabaje, más podrá conciliar. Que en el fondo es de lo que se trata, ¿verdad?.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

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