martes, 28 de junio de 2016

Es la Unión Europea, no es el Brexit

Se dice que ‘Bien está lo que bien acaba’, pero aunque no se diga, lo que empieza mal no suele acabar bien. Y la Unión Europea no empezó bien.
Por mucho que ahora se diga otra cosa, lo cierto es que el origen de la UE fue económico: la CECA, el Euratom, y militar: un bloque relativamente compacto integrado en la OTAN ante ‘la amenaza soviética’ en plena Guerra Fría. Y las primeras grandes beneficiarias fueron las grandes empresas. Al principio: la Comunidad Económica Europea, exceptuando el caso de Italia que fue admitida porque era frontera con ‘los malos’ y porque la mitad de su población era ‘de izquierdas’, la homogeneidad era bastante completa.


¿Y el Reino Unido? ¿Qué papel juega en esta historia? De entrada UK no existe: es un invento nacido de una conveniencia: Gales existió por si mismo con sus más y sus menos hasta que en 1282 fue anexionado por Inglaterra; Escocia quedó unida definitivamente a Inglaterra en 1707 tras una guerra entre ambos reinos que consumió gran parte del siglo XIV y tensiones diversas en los siglos siguientes; e Irlanda del Norte es lo que quedó en 1922 de la participación de la isla entre católicos –republicanos– y protestantes –unionistas– tras la guerra civil habida entre ambos. Pero lo más importante: ese invento no puede ser más heterogéneo: Inglaterra ha sido tradicionalmente rica por contar con una agricultura potente, una industria de alto valor y con un centro financiero  internacional; mientras que Gales tenía una economía pobre básicamente orientada a la minería del carbón, Escocia dependía de los subsidios que venían del Sur e Irlanda del Norte de las inversiones del Estado.
Posiblemente haya sido Lord Palmerston, Primer Ministro del Reino Unido entre 1859 y 1865, es decir, con un Reino Unido completamente consolidado quien mejor haya retratado el carácter ‘británico’: ‘Inglaterra no tiene amigos permanentes ni enemigos permanentes. Inglaterra tiene intereses permanentes’, frase que posteriormente ha sido recordada como ‘Inglaterra no tiene aliados. Inglaterra tiene intereses’.
Metamos todo esto en una coctelera.
A UK nunca le interesó la evolución que estaba escrita en el Tratado de Roma, entre otras razones porque era absurda: hacer una Europa única a base de Estados independientes: ‘la Europa de las patrias’ de De Gaulle, era y sigue siendo una utopía. En su momento la distancia que existía en-todo entre el Sur de Italia y el Norte de la RFA era sideral, y hoy lo es la que separa Rumanía o Bulgaria de Holanda o Dinamarca; o España de Luxemburgo, y eso sin entrar en las zonas y áreas de cada país.
Con todo lo que ha llovido desde los años 50, Inglaterra tiene posibilidades reales de volar sola, máxime si estalla la guerra de divisas que se mantiene larvada; el Reino Unido pienso que no, o al menos no como hasta ahora. A la UE le va a costar mucho vivir sin el Reino Unido. Inglaterra, desde el siglo XVI ha ido a la cabeza de casi todo lo que ha acabado siendo fundamental para la evolución europea y mundial, simplemente repasen la Historia; y hoy se halla totalmente integrada en lo que va a ser el substrato del próximo modelo: el Imperio de las Corporaciones, porque Inglaterra ya forma parte de esa estructura, y el TTIP no es más que uno de los últimos ejemplos: ¿qué país europeo defiende con más ahínco el tratado?.
Ya sé que a toro pasado todo es muy fácil, pero el Brexit es una muestra de que el Hard Ecu que el Reino Unido propuso en 1990 era una muy buena idea: una moneda común, pero no única que coexistiese con las monedas nacionales y que facilitase en comercio y las inversiones; se optó por una moneda única con políticas presupuestarias y fiscales diferentes, y metiendo en el saco a gente que ni en broma debió haber entrado: los PIIGS. El Reino Unido se quedó fuera y las cosas le fueron bien, y ‘el Continente’ le toleró sus excepcionalidades porque a todo el mundo le convino.
Pero es que ya ni siquiera estamos en 1990. Esta crisis en la que estamos inmersos y que está propiciando el nuevo modelo pienso que está mostrando que el Reino Unido tenía razón: profundícese en lo económico, en lo comercial, en lo financiero, y vayamos viendo; pero la crisis ha llevado las cosas más allá: Inglaterra sigue pensando lo mismo pero ya no necesita a Escocia ni a Irlanda del Norte, y a Gales, pues si están calladitos, vale. (Conozco a un montón de ingleses que muy claramente me expusieron antes del referéndum por la independencia del 2014 que ‘Ojalá se vayan’. Lo realmente cierto es que hoy Escocia le cuesta dinero a … Inglaterra).
Y lo que se está diciendo por ahí sobre ‘que se vaya ya’ pienso que se dice con la boca muy pequeña. Es más que conveniente mantener y profundizar los acuerdos económicos, y en cuanto a la inmigración, parece que ya se ha olvidado la reunión que hace dos años mantuvo el equivalente británico de la CEOE con el Premier en la que muy claramente el empresariado expuso a Mr. Camerón que el país ya no podía absorber más inmigración.
Inglaterra ya está jugando en otra liga que se está desarrollando entre zonas y áreas y jugadores de mañana, una liga en la que lo político no cuenta para nada; una liga en la que la clase media está en franco retroceso y en la que las desigualdades van a ser la norma; una liga en la que los que están dentro sí, y los que están fuera no. Y Flandes está en esa liga, pero Bélgica no lo está, y una corporación presente en 150 países lo está y el taller de la esquina no.
Pienso que lo del Brexit tiene mucho de experimento como otros que han tenido lugar en los últimos años (¿han reparado en que, de verdad, de verdad, la publicidad que pusiese sobre la mesa las consecuencias negativas de irse ha sido bastante escasa?), que no va a desencadenar ningún cataclismo que a nadie interesa, y que muchas cosas van a cambiar en Europa para aproximarse a una nueva forma de hacer. De Gaulle fue un referente fundamental en las dos décadas posteriores a la II GM, pero ahora toca otra cosa.
(Y no: pienso que, al contrario de lo que algunos dicen, no fue un error convocar el referéndum: un referéndum, continúo pensando, es auténtica democracia. Lo que si fue un error: no explicar bien a personas que no son expertas lo que implicaba quedarse e irse. O tal vez no).
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

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